"Jacques Lacan, freudiano y estructuralista con querencias marxistas, dijo a comienzos de los setenta que la revolución del sesenta y ocho había traído un gran cambio en las universidades: desaparecieron los intelectuales y comparecieron los tecnócratas. Ayer oí que un estudiante planteaba en el bar el acertijo de cómo se podía contar la historia de la universidad en siete palabras. Nadie lo acertaba y respondió triunfante: “Empieza en Bolonia y termina en Bolonia”.
Pero también se puede registrar esta corrupción lingüística en el campo empresarial. Casi nadie recuerda que la palabra prestigio significa originariamente engaño o ilusión. A los prestidigitadores de la venta de humo les encantan también los términos competencia y competitividad: siempre comparativos, nunca sustanciales. Habría que advertir que se puede ser el mejor siendo malo. Y que se puede ser bueno sin ser precisamente el primero de la clase.
Lo esencial no es el brillo, claridad prestada. Lo decisivo es el resplandor, fuente originaria de luz."
Alejandro Llano, La Gaceta de Los Negocios.
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